jueves, 20 de septiembre de 2012

Lluvia repentina


Ya lo pensé hace meses cuando me enteré de la idea de Chema Cumbreño y poco a poco he ido reafirmando y armando mi impresión: lo que está haciendo con las Ediciones Liliputienses es de traca.  Seguramente, como en todo si viviera en Madrid -fuera todo parece más fácil- quizá se le habría reconocido la labor que hace como editor. O no; que en mi tierra, mal que me pese decirlo, hay mucho crítico de barra de bar y poeta con olor a laca. Siempre quedará el reconocimiento de revistas, blogs y amigos, algunos pequeños expertos que sabemos valorar el empeño y la ilusión que pone uno en sus proyectos, como en este.

Leo a Luis Chaves mientras hago el café cada mañana desde el lunes. El negro del café -me gusta solo, con azúcar- se mezcla con Asfalto. Menuda mezcla... menudo acierto: en pocos libros he visto la simplicidad y la concisión de escribir un mensaje, una trama, como lo queráis llamar...

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Él no pierde el tiempo en recuerdos. Ahora menos que nunca. Ahora que le incomoda hasta su modo de pestañear. Ahora que dejaron atrás la costa y empiezan el ascenso de montañas que de cerca dejan de ser azules. Ahora que las cenizas de su cigarro caen en las alfombrillas de hule cada vez que el automóvil acierta una irregularidad en el asfalto. Ahora que se cruzan las miradas en el retrovisor y que, inopinadamente, estalla una lluvia de granizos pesados, como si alguien hubiera roto el parabrisas del cielo.

Luis Chaves
Asfalto un road poem (2012)

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