Paseo por Lisboa. Calor, humedad, mala leche. Pies hinchados y dolor de espalda. Cunetas llenas de pavé y con señores tomando la fresca a las doce de la mañana.
Niños con camiseta del Benfica y de Cristiano Ronaldo. Sigue haciendo calor cerca del Castillo de San Jorge -buen sitio para pedir matrimonio, Chema- y en una pared lateral de una coqueta iglesia donde se produce una boda -¿han aprendido que las cosas pueden ser más caras al casarse?- veo la foto.
Después a bajar a pie -el tranvía amarillo que lo cojan los turistas- con la tía echando pestes de Lisboa, sus calles y su calor. No están acostumbrados, nunca más van a volver. Dudo.
Por un segundo decido quedarme en el banco, al lado de la boda. Así no hablaré de ella en pasado.
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