miércoles, 20 de marzo de 2013

De cháchara con la madrugada


"Yo he preferido hablar de cosas imposibles porque de lo posible se sabe demasiado"
(Silvio Rodríguez)

Cuando se agote mi voz de ensayar cada noche un monólogo perfecto entre la tragedia y el amor.
Cuando destroce mi garganta de reprimir mis sueños de madrugada.
Cuando pueda ver anochecer desde el reloj de sol utilizando la primera persona del plural.
Cuando entienda que el frío no es cuestión de la temperatura, sino de un estado de ánimo.
Cuando sepa que la mirada perfecta no depende de la miopía.
Cuando me levante por la mañana y lo primero que deje de hacer sea tocar la cal fría de la pared y tocar piel de otro cuerpo.
Cuando deje de jugar a Jack el destripador con las fotografías del periódico.
Cuando un domingo por la tarde no me estire en el sofá y escuche el deseo.

"El amor es un camino que de repente aparece, y de tanto caminarlo se te pierde"
(Víctor Jara)

Cuando todo ocurra, cuando todos mis deseos sean inevitables y el corazón me ronde sin que le tenga que dar cuerda. Cuando la mañana no se agrie por no haberme puesto azúcar en el café, cuando entiendas cómo soy; entonces, solamente entonces olvidaré las pequeñeces.


martes, 19 de marzo de 2013

Liam Gallagher


You're a spinless, boneless, chickenless egg
You'll have to be put with the bowl of beg


"Supongo que me pongo triste, pero no por mucho rato. Me miro en el espejo y digo: vaya cabrón tan guapo que estás hecho."


"A todos nos dicen que no valemos nada, y nadie te da una oportunidad en este mundo, siempre hay un gilipollas que intenta humillarte y hasta que mueras alguien pensará que tú eres un imbécil: tienes que hacerte tu propio mundo hasta que te escuchen."

"No se trata de vender. Se trata de ser real"

Una vez leí: Los hechos dejan huella. Si son sinceros.

lunes, 18 de marzo de 2013

Geografía humana

It'll all collapse tonight
the fullmon is here again...

Manos: largas, como mis dedos. Uñas irregulares y heridas en los bordes romos de las mismas. El balonmano ha hecho mella...

Hombros: consecuentes con el esfuerzo: dos piedras de cristal que aliadas con la espalda llevan aquella mochila imaginaria que los griegos decían que llevábamos. Está destrozada.

And he's not a man anymore
sees the change in him but can't...

Boca: devoro ladridos y escupo muchos tacos. Demasiados. Víctima del ingenio y de las sensaciones.

Cuello: una diana

Una vez leí: Sé hacha cuando golpees. Se corcho cuando quieran hundir.

domingo, 17 de marzo de 2013

Aniversari (I)


No ayer, sino hoy he salido. Robándote un cigarrillo y saliendo corriendo del portal. Fugándome. Lloviendo. Me he internado en la calle y lo creas o no había caballos con sus crines sedosas pese a que llovía como perros. Y claro, me he mojado -solo un poco, lo justo para que pudiese alborotarme el pelo corto-. 

el mundo entero no me vale, ayer me estaba pequeño...

No sé que tienen las estatuas, ¿te veo?, encuentrate en ellas.
¿Qué buscas ahí, en mi espalda? Mis manos no alcanzan...
Mi nombre, nunca en pasado.

mis sueños pasean por cualquier acera...

He tenido horas en la madrugada para pensar la estrategia perfecta.

Una vez leí: La gesta más loca es la gesta más bella (Fausto Coppi)

jueves, 14 de marzo de 2013

Paso ciego


"Y mirá que apenas nos conocíamos y ya la vida urdía lo necesario para desencontrarnos minuciosamente. Como no sabías disimular me di cuenta en seguida de que para verte como yo quería era necesario empezar por cerrar los ojos, y entonces primero cosas como estrellas amarillas (moviéndose en una jalea de terciopelo), luego saltos rojos del humor y e la shoras, ingreso paulatino en un mundo - Maga que era la torpeza y la confusión pero también helechos con la firma de la arena de Klee, el circo miró, los espejos de ceniza Vieira da Silva- donde te movías como un caballo de ajedrez que se moviera como una torre que se moviera como un alfil"

Autor: Julio Cortázar
Libro: Rayuela

lunes, 11 de marzo de 2013

Gamoneda


A la penumbra auricular no viene nunca el sonido del amanecer. Muge el silencio en las ocultas bóvedas y se desliza en tus membranas. Silban los pájaros y tu pasión es sorda.

Tú ya no estás en tus oídos.

Antonio Gamoneda
Libro del frío  (1986-1992, 1998 y 2004)

domingo, 10 de marzo de 2013

Retrasos

Retrasos
La estación de tren da de cara al mar y es completamente imposible que el aire en invierno no choque con el andén. Y me jode, porque mi guerrera no es lo suficientemente esponjosa para esquilmar los rigores del invierno.
El tren llega como siempre con retraso. La sensación de cabreo que llevo encima se esfuma al entrar en la cálida estancia de mi vagón; donde por azares del destino consigo estar a solas: filas de asientos libres... elijo uno de los primeros, a la entrada y cerca de la puerta y el lavabo. Escucho música, que se me olvidaba. M83, un grupo raro de esos que me recomendaron en una fiesta de verano con cubata en mano en un pueblo del Baix Camp. No recuerdo quién me lo dió a conocer (¿acaso importa ahora eso?)
Me gusta la soledad del tren. Me permite ser anónimo mientras miro al mar que hay de camino a Barcelona; odio que alguien se siente a mi lado cuando tengo esa sensación en mi interior. Estiro las piernas y cierro los ojos y pienso al ritmo del traqueteo del convoy. Por entonces, cuando estoy a punto de entrar en el clímax de la desconexión neuronal entre mi mente y el azul de fondo lateral... el tren desacelera y se detiene en un pequeño apeadero de costa donde aparentemente no hay nadie. Me levanto, oteo el horizonte del vagón por el lado derecho, y cuando me giro para ver el izquierdo veo pasar a la sombra más cálida y preciosa que mis ojos han contemplado en treinta años de existencia. La he visto de refilón sentándose a pocos metros de mi asiento de cara a mí. Yo me pongo colorado y me refugio con presura en mi lugar y la contemplo con disimulo entre el silencio.
Se ha sentado a lo ancho de los dos asientos de su columna. Ha dejado sus botitas en el reposapiés -talla 38, seguro- y ha sacado un libro de un bolso de cuero marrón con ribetes machetados negros. Lleva un jersey verde oscuro y unos vaqueros ceñidos que le quedan de vicio. Con las manos sujeta la biografía de Leonard Cohen, aunque eso poco importa (¿estás seguro Manfred?, ¿de verdad crees que importa poco?). Sus manos son claras como sus mejillas -sin duda sonrosadas a la mínima que el aire la meza el pelo- y más que pasar las páginas del libro las acaricia con el filo de unas uñas romas que en su adolescencia fueron mordidas. Es rematadamente preciosa la condenada. Y su cabello la tentación de recibir un número de caricias ilimitado por minuto.
Van pasando las paradas y mi destino se acerca. La veo de refilón y me enamoro poco a poco, capta en mí la atención y el deseo fugaz de la tímida existéncia en sus ojos de color canela; dan ganas de besarla (¡maldito ingenuo austríaco!, ¿acaso no sabes quién eres en realidad?) pero ese momento nunca llegará (¡lo sabías!). En un momento, se da cuenta de que la contemplo. Me mira, me sonríe y sigue leyendo como si no me hubiera visto, manteniendo una sonrisa que por momentos se hace más grande, como si se diera cuenta de que la deseo. Nunca valdré para espía.
"Propera estació, Barcelona Passeig de Gràcia"
A dos minutos de bajar del tren me decido, me dirijo hacia ella de camino a la salida del vagón entre la matraca, frenazos y demás ataques contra la columna vertebral que me profiere FGC. Ella levanta la vista, me mira a los ojos y yo me quedo callado mirándola, a medio metro suyo. Es un momento mágico, en el que por silencios quizá nos transmitíamos lo que pensábamos como expertos en legromancia. Pruebo a abrir la boca, y cuando ella sonríe suena el aviso agudo del móvil...
"Hola carinyo, ja hi soc casi... vens a buscar-me amor? tinc moltíssimes ganes de veure't vida!"
- Mierda- y lo digo bien alto para que resuene en el vagón, sin gritar pero chocando en las ventanas.
Paso de largo y vuelvo a mi anonimato. Me hundo en el asiento del final del vagón mientras el tren se frena, retornando a aquella invisibilidad que tanto me desquicia a veces. Ella me mira como si me suplicara un perdón mudo con sus ojos. En el fondo sé que llora (¿acaso tú no lo estás haciendo?, ¡sécate los ojos insensato!) sale del vagón y me mira desde fuera.
El libro de Leonard Cohen reposa en su butaca. Lo cojo y lo empezaré a leer cuando llegue a casa. Quizá importe más de lo que en un principio creía; como un asceta pensaré en u recuerdo.
(Manfred, márchate a casa. Estás demasiado triste para morir).