miércoles, 27 de junio de 2012

Offenburg

País y fecha: Alemania, 10 de Septiembre de 2011

Siempre he pensado que con la lluvia se entiende mejor los viajes. Por entender, entiendo, despertar olores y tonalidades difusas en la personalidad de los edificios, los monumentos... a todo el mundo le entristece la lluvia; influye en el ánimo y remodela sensaciones en nosotros, en los animales.

A veces parecía que transeúntes sin cesar deseaban perderse en la lluvia. Nadie la esquivaba. Los paraguas peinaban las cabezas alborotadas de ciudadanos alemanes de toda índole: trabajadores con trabajo y sin el, estudiantes apurando sus últimos días de absueto, niños contando los coches pasar desde las balconadas. Y en medio yo, cubriéndome de la lluvia y secándome los tirabuzones desde un porche, haciendo fotos a los pájaros que aparecen en la portada. Sentado con Lilly, la amiga de la mirada profunda y los labios torneados y prietos, preparados para hablar sin temor a no comprenderme. Mi bloc de notas, a mi lado junto con dos postales hacia el sur. 

Me propuse escribir un poema sobre la ciudad, sobre cada ciudad que hubiera visitado y luego regalármelo como recuerdo de mi viaje. Hoy, nueve meses después de mi viaje todavía pienso en la idea y miro entre cuartillas y encuentro un único poema sobre la plaza Guttemberg de Estrasburgo, al lado de la casa de Goethe.

Debería plantearme los viajes de otro modo. Debería llevar bolígrafo y apuntar notas y versos. 

Una vez leí: la casualidad nos da casi siempre lo que nunca se nos hubiese podido ocurrir.

jueves, 21 de junio de 2012

Plaza de Anaya


Se dice que en Junio sus calles se recubren de noche de chocolate y las piernas se estiran entre la piedra candente del Sol. Se ven a universitarios, turistas y guiris criados a base de la dieta del hornazo y la fría cerveza. Se entiende que viven a merced de las escalinatas y cerca de los candados que reinan en el huerto de la Celestina.

El núcleo de la piedra, la luz opaca de las vidrieras de la Catedral. El símbolo y el misticismo de la compañía. El recuerdo que no pesa ni tampoco cede.