sábado, 22 de septiembre de 2012

Limpiarse la conciencia

La poesía no es una arma cargada de futuro ya, ¿o no se ha sabido vender como tal?, es decir; no se ha conseguido transformarla, no se ha sabido evolucionar en los últimos treinta años. Hablar de que la poesía ha perdido el poder y la fuerza de la denuncia que podía tener hace un par o tres de décadas es topar ante uno de los fallos más grandes que ha tenido la literatura en castellano en los últimos tiempos. Gana lo rancio... a veces reo que da miedo que salga la luz la otra poesía, aquella que vive al margen del mercado, caprichos de editoriales y empeños de los que mandan en este -por desgracia- negocio.

Dentro de tanto bosque con hierbajos y tenemos a un grupo de poetas bastante numeroso que buscan el autobombo y las buenas palabras con iniciativas presuntamente solidarias. Es una manera muy lícita para hacerse un nombre en la poesía -o bien, codearse con una élite o casta establecida- pero rastrera, ruin y quizá un tanto miserable. Antologías, poemarios o demás actividades como esta es, por desgracia, un hábito de limpiarse la conciencia y vanagloriarse de uno mismo a costa de la desgracia de otro.

La solidaridad tiene siempre reservado por desgracia, un rédito a la persona que lo hace en público: reconocimiento, halagos, buenas palabras... nadie sabe que para ser solidario hay que ejercer como poeta del silencio y nunca como un trovador en busca de la limosna de los demás. Ser solidario en realidad, obliga a ser invisible. E invisibles no pueden ser aquellos que actúan como cantamañanas cada vez que mueven un hilo. Por ahí no paso.

No hay comentarios: