Presencia siempre que puedas de cerca el faro, pero sé consciente de que nunca podrás dominar todo aquello que divisa.
Huye de él. Intenta escabullirte entre el oleaje y las brisas.
En la escalinata metálica, donde el invierno clava granos de sal y arena en sus cuñas oxidadas restan los nombres grabados de amores caducos que el tiempo todavía mantiene vivos y que no tienen visos de dejar pasar.
Si te paras un día en uno de ellos, aprende a recordarme en el olvido que tú misma has fabricado para depositarme allí.
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