lunes, 27 de febrero de 2012

Incubadoras


"Todos saben que si tienes un hermano
te vas a pelear"
(Liam Gallagher)

     Desde que empezamos a trabajar en la clínica lo hacemos. Cada día me encargo de llevar a los recién nacidos a la báscula de peso y medición. Allí los limpiamos y secamos Anabel y yo, cambiándoles la identidad, poniéndoles en esa pulserita identificativa que cuelga en su delicada muñeca un nombre y unos apellidos que en realidad no son los correctos. Acto seguido, María se encarga de llevar el bebé a sus padres para que puedan disfrutar de los primeros momentos con un hijo que no es suyo. Resulta grotesco y divertido ver como los padres saludan a los bebés desde los cristales de la sala de incubadoras, ignorando que en realidad no son carne de su carne.

     Cada martes por la noche, al acabar el turno, y cuando en planta solamente quedan las limpiadoras; nos reunimos las tres en la cafetería para comentar las caras y las impresiones de esos inocentes padres a los que hemos engañado. Sabemos que lo que hacemos no está bien, pero nos reconforta y nos divierte; porque nuestros padres nunca nos quisieron cuando éramos pequeñas. Fuimos niñas maltratadas, olvidadas y por ende, abandonadas a nuestra suerte. Por eso, cuando entramos como comadronas, llegamos las tres a la misma conclusión: al igual que nosotros no fuimos felices con nuestros padres, tampoco lo serán aquellos bebés que pasen por nuestras manos. No habrá ninguna familia feliz hasta que saciemos nuestras ansias de venganza.

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