domingo, 7 de octubre de 2012

Push, push...

Cancion: The funeral, de Band of Horses

Magic

I'm coming up only to hold under
I'm coming up only to show you wrong

Anochece. La piña cuelga abierta y deja caer el rumor húmedo y ardiente de la relajación, no queda nada más que química y su perfume fluyendo en el piso cóncavo. Me miro en el espejo: soy un guerrero que va dejando su coraza en una pileta. Dejo las calzas por el suelo y entro en la cascada. Me froto con un jabón, arrastrando su piel lisa por la mía. Piel con piel como dos sexos en busca de placer o relajación. Lo rozo, lo arrastro limpiando de mí aquella realidad que no me pertenece -en realidad, todo me pertenece- y mientras me sumerjo por segunda vez en aquel mecanismo de caída de agua mis ojos rompen en cristal, en vidrio fundido rasgando como una cuchilla mis mejillas. Mientras, en mis hombros reposan las marcas de triunfos que no fueron. En mi cuello cicatrices de justas no vencidas y en mi cabeza el cansancio, la lucha de pie y firme contra los monstruos más grandes que nadie os haya podido comentar. Cojo una tela y me seco otra vez mirándome en el espejo. Alboroto mi pelo y veo una breve -como sus labios, como sus gestos, como la mirada de sorpresa después de la batalla perdida, con su sonrisa inalterable- herida en mi mandíbula. Escupo la sangre que me produce frotarla y miro a mis ojos, buscando en ellos la mirada que me robaron. El tiempo hace que me ponga alerta y tenga que recoger mis armaduras, mis armas. No sé si estoy preparado para acometer una nueva causa en ciernes. Soy un mercenario: un legionario, un soldado de fortuna, un brigadier, un capitán cobarde que cuenta las horas para volver a entrar en la guerra aunque el campo de batalla -siempre aleatorio- me recuerde que en este ajedrez soy solamente un peón más y que para hacer jaque se tendrían que conjugar todos los astros.

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