martes, 2 de octubre de 2012

Antología aleatoria: tercera entrega

Mosquitoe
Sólo recuerdo lo que queda cuando te marchas. Amanece, apago las luces, levanto las persianas. Estoy desnudo. Me he tapado con las sábanas y así ando por la casa. Parezco un monje, un emperador caído, Tiberio, un druida, aunque en mí no haya ni rastro de magia. Los pájaros cantan escondidos entre las ramas y es como si los árboles estuvieran cantando. Atravieso el pasillo. Me fumo tantos cigarrillos que ahora soy todo el humo que sale por las chimeneas. Decido dormir. Me tumbo en la cama envuelto en las sábanas como una momia egipcia. Después de ti, uno sólo puede convertirse en momia. Apago la luz. Entonces escucho un zumbido de mosquito cerca de mi oído. Enciendo la luz. Mientras tanto tú estás volviendo a casa atravesando la ciudad y sus puentes. Veo cinco mosquitos apoyados en la pared. Los mato con la mano uno a uno. Quedan cinco manchas de sangre. Decido no limpiar las manchas. Cierro los ojos así, rodeado de sangre. Para recordar que, aunque los besos no fueran suficientes para unirnos, aunque el sexo no pudiera revelarse en comunión, nuestra sangre se mezcló en el estómago de los mosquitos. Para dejar constancia de que también estamos juntos sin saberlo en todo aquello que no somos nosotros. Así cierro los ojos mientras tú estás volviendo a casa. Amanece. Déjame antes de dormirme alfombrar con mi último suspiro tu paso que se aleja.

Autor: Víctor Balcells Matas

1 comentario:

Anónimo dijo...

Jo-der. Qué jodidamente retorcido lo de la sangre: "Para recordar que, aunque los besos no fueran suficientes para unirnos, aunque el sexo no pudiera revelarse en comunión, nuestra sangre se mezcló en el estómago de los mosquitos."
Me gusta muchísimo cómo escribes, siempre te lo digo. Me gustó especialmente la parte de que fumaste muchos cigarros, que ahora eras humo. Genial.