miércoles, 3 de octubre de 2012

Hay esperanza


Jueves pasado cerca de las nueve y media de la noche volviendo a casa después de tomar una fanta -los nesteas y demás son para el verano- y diversas decenas de minutos de desenfadada conversación; en el paso de cebra a la derecha de donde dejo a la compañía me encuentro a dos chavales no mas allá de la mayoría de edad que hablan de Bolaño y de Carver

Viernes por la mañana, yendo a la búsqueda del regalo perfecto encuentro a una chica que tras la carpeta rosácea de la universidad lleva consigo un disco de Bob Dylan. Poco más arriba, en un banco, un joven regala a su novia un tulipán naranja con una tarjetita colocada hábilmente entre los pétalos de la flor. Luego, en el colegio de mi barrio, veo que los niños juegan con las peonzas picándose entre ellos para ver quien saca a quién donde rulan locas y alborotadas las repionas.

Son motivos para la esperanza. Y yo me aferro a ellos, como un clavo ardiendo.

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