miércoles, 21 de diciembre de 2011

Bulldog francés


Su nombre es Schrödinger, pero él no lo sabe. Le gusta subir encima del taburete de la cocina y acercar el hocico a la pila de tuppers que viven en la bandeja de los platos sucios y así poder ayudar a su ama, Silvia -ella tampoco sabe su nombre en la realidad-. Mientras se alimenta de trozos de carne y salsa de estofado y de fideos que se enganchan en las tapas de los envases de plástico, su ama puede descansar tranquilamente en el sofá. Después ellá dirá a su compañera de piso que ha limpiado toda la pila y que se pueden volver a hacer servir los tuppers. Y tan agusto.

Quizá Schrödinger todavía no existe. Quizá tampoco existe su ama, al igual que los tuppers llenos de estofado... pero confiemos en que en un futuro no sea tan espavilado como lo ha sido en estas letras ese pequeño trasto, o tendríamos que cambiarle el apelativo cariñoso de Schrödi por Lázaro...

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